miércoles, 24 de junio de 2015

¿Qué pasa con el corazón?

¿Qué pasa cuando querer a alguien se hace un hábito? ¿por qué nadie me enseñó a curar un corazón roto? ¿por qué nadie me advirtió que a veces la persona que menos esperas que te lastime es la que tiene el arma en mano? Me gustaría que las cosas fueran fáciles cuando se trata de ti. Me gustaría poder sacarte de mi cuerpo y de mi mente, sacarte de mi ser.
    ¿Cómo te saco de mi corazón? Nadie ha creado un desinfectante para las heridas de éste, pero más les vale que lo hayan hecho cuando mi hija tenga 16 años y experimente esto. Pero el día de hoy no sé cómo arrancar tu nombre de él, no sé cómo desvanecer el rastro que dejaste, y definitivamente no tengo ni idea de cómo evitar esas sacudidas entre latidos cuando escucho de ti.
   ¿Cómo te exhalo de mis pulmones? No se ha inventado algún artefacto que los purifique por completo. Aunque leí en algún artículo que con el tiempo llegan a estar mejor, nunca vuelven a ser perfectos. Espero que pase lo mismo con mi vida sin ti, que en algún momento me sienta mejor. Lo único que sé es que ahora no respiro nada más que las flores que me diste, marchitadas, al igual que nuestro amor.
     ¿Cómo te expulso de mis ojos? No importa cuántas gotas de manzanilla me eche, lo único que veo es tu recuerdo. Veo tu sonrisa de oreja a oreja cuando te dije que te amaba por primera vez. Veo tus ojos evadiéndome cuando lo único que necesitaba era una mirada que me hiciera cambiar de parecer. Eres como esa pestaña intrusa dentro de mi ojo, que a pesar de las molestias y de todas las lágrimas, por alguna extraña razón no me atrevo sacar. Tal vez sea porque el ardor hace que mis ojos se vean un poco más brillantes. Tal vez porque a ti te gustaba como lucían así. 
     ¿Cómo te saco de mis oídos? No puedo dejar de escuchar tu risa, tu risa nerviosa, tu risa fingida, tu risa vergonzosa, tu risa cínica... Nunca pensé que alguien podría tener tantos tipos diferentes de risa y nunca llegué a saber cuál era la verdadera, pero espero que haya sido esa cuando me llamabas "mi amor". Me gustaría quedarme sólo con esa parte de ti, en lugar de repetir una y otra vez en mi mente las promesas que no cumpliste... Y es que, sonaban tan bien saliendo de tu boca que podría jurar que hubieran engañado al detector de mentiras. Debí haberle puesto más atención a tus cambios de voz.
   ¿Cómo te saco de mí? ¿Cómo? Si ahora formas parte de mi persona y por lo tanto decirte adiós sería como dejar morir una parte de mí y no sé si esté lista aún para vivir incompleta. Aunque, creo que antes de ti nunca me sentí completa en lo absoluto. Me parece tan torcido que alguien pueda aparecer y darle sentido a tu vida, y un día irse sin pensarlo dos veces, llevándose todo ese progreso con él. Siempre me dijiste que el que no lucha, no gana. Así que supongo que tengo que intentar. Supongo que tengo que tratar de dejarte ir. Supongo que tengo que empezar a curar las heridas. Despacio, para que no duela, y con mucha, mucha anestesia.
-Cuando tenía 10 años mi profesor nos explicó que las drogas dejaban efectos dañinos en nuestro cuerpo a largo plazo, todo por pequeños momentos de "felicidad", nunca comprendí lo que quiso decir, hasta que escuchar tu risa comenzó a doler-

martes, 16 de junio de 2015

"Espero que haya encontrado lo que buscaba"

Imagina esto. Dentro de tres años, estás en la fila del banco y de repente escuchas a alguien tararear su canción. Y recuerdas que ella decía que cantar no era su fuerte, pero nunca habías escuchado una voz tan bonita, ronca y dulce a la vez. Te encantaba que te cantara todas las mañanas; su voz junto la tuya. Comienzas a preguntarte qué cantará en la ducha hoy en día, qué escuchará antes de irse a dormir. Te preguntas quién escuchará sus pláticas nocturnas sobre la vida, o quién la consolará en esos días de lluvia.
Imagínate esto. Dentro de siete años, estás sentado en una casa grande, con una cerca blanca y un jardín con columpios. Hace años jurabas que ibas a estar viviendo en una gran ciudad con ella a tu lado, pero las cosas salieron mal y viste cómo se te escapaban todos esos planes de las manos, mientras ella se iba de tu vida, porque nunca tuviste la fortaleza para pedirle que se quedara. Eran simplemente dos adolescentes orgullosos y tal vez con demasiadas aspiraciones.
Ves el amanecer y ves el anochecer y te preguntas si ella estará en algún lugar del otro lado del mundo como se lo proponía. "Me voy a ir de esta ciudad" decía, "no importa cómo lo vaya a hacer o a dónde vaya a ir, pero será lejos."
Imagínate esto. Dentro de veinte años, encuentras tu primera cana. Te empieza a dar ese ataque de pánico que todos se ven obligados a tener a los cuarenta, cierras los ojos y te la arrancas, sin pensarlo dos veces. Tu vida está estable por el momento: tranquila, calmada, como si por fin hubieras entendido todo. "Estoy envejeciendo", te quejas. Y en algún lugar de tu mente, te preguntas si ella estará envejeciendo también. Te preguntas si se seguirá emocionando como niña chiquita cuando encuentra el juguete perfecto, o si los años la habrán amargado y sus ojos habrán perdido ese brillo que te volvía loco.
Imagínate esto. Dentro de cincuenta años, tu cabello está todo blanco (si es que sigues teniendo). Tu bastón es el único amigo que te queda y los recuerdos vienen y van dentro de tu cabeza, como las nubes en el cielo. La mayoría de los días no puedes ni recordar lo que desayunaste, y hay veces que te lastima el respirar. Es en esos momentos, cuando te duele el pecho y tienes que sentarte, que la recuerdas. Piensas que es cierto, que uno nunca se olvida de las personas que se amó realmente. No eres capaz de recordar el clima de ayer, pero recuerdas claramente esa tarde de invierno y cómo te quejabas de sus preguntas absurdas cada 10 segundos "Me pregunto si es feliz", dices en voz alta, y la gente a tu alrededor cree que estás divagando sin sentido. "Espero que haya encontrado lo que buscaba."
-No dejes que te lleve toda una vida darte cuenta de lo que importa-

jueves, 11 de junio de 2015

Súplica

Posiblemente no leas esto hasta llegar o hasta mañana, probablemente voy a volver a quedarme corta con las letras, con las pocas palabras que puedo hilar en una conversación en la que trato de impresionarte con lo mucho que sé de nada. Quiero que te quedes, tal vez es algo prematuro pero me dijiste que la intensidad era primordial y aquí estoy, tratando de que me leas como yo te leo, tratando de explicarte que tal vez no funciono muy bien para la vida diaria pero al menos sé que logro querer con todo lo que puede llamarse bonito. Probablemente se te pase la emoción de conocerme y pronto dejarás ese vicio de hacerme preguntas cada 3 minutos porque quieres saber exactamente lo que pasa por mi cabeza, pero quiero confesarte que no soy mujer de rato y que si un sentimiento llega lo invito a quedarse hasta que decida cambiar de dueño, no soy mujer de amores esporádicos pero sí de los espontáneos.
Quiero que sepas que si hay muchos motivos que me hagan escribir quiero que tu boca se vuelva mi obra maestra y tu cuerpo el poco legado en tinta que pueda dejar a este mundo. Quiero pedirte que si el gusto me dura ahora o para nunca, no dejes de ser eterno, no dejes esa perfección que se volvió un grave error para mi moral, no dejes de ser el libro que siempre cargo a todas partes, jamás dejes de ser esa constancia que me hace sonreír en los momentos menos apropiados, quiero pedirte que si en algún punto decides cambiar, que sea sólo para volverte mío y no un olvido.

lunes, 8 de junio de 2015

Amores improbables.

Lastiman más los amores improbables que los imposibles; los que pudiendo ser, no fueron; los que se contemplan desde lejos, tan carentes de valor y sobrados de orgullo, sin consumirse y menos aún consumarse. Tan mediocres y efímeros.
Tú probablemente eras de aquellos.
Pero no me importaba, porque te quería.
Enamorarse no tiene mérito alguno, amar sí. Lo primero es la química y el destino; lo segundo es el tiempo, lugar, la decisión y albedrío.
No te amé jamás, pero nuestra improbabilidad me dolía, entonces me importabas.
Y cuánto y cómo duele.
Te supe durante dos estaciones, también para siempre, sin entender que ninguna eternidad promete. Por el contrario, entregarlo todo en un “por ahora” es la mayor muestra de fe. Te di todos mis presentes. Reír contigo y que el mundo nos importe un sano carajo era una manera indirecta de hacerte el amor.
Te quiero con la inestabilidad que me caracteriza, la soledad y melancolía que no logro domesticar, con toda esta ternura y fragilidad que en 16 años a nadie más que a ti supe demostrar, con el enojo en mis entrañas, mis impulsos, con el pelo siempre alborotado y la ropa de hace 3 días: ¿Ahora entiendes por qué me asusta que digas lo perfecta que te parecía? Porque no lo era, porque no lo soy, porque no soy el tipo de mujer porque la que una persona como tú compra un boleto de avión para cruzar el país y porque sé que no me eliges, y yo tampoco lo haría. Sucede que alguien que te quiere no te elige porque ni siquiera existe una segunda opción. O al menos así debió de haber sido.
Y las canciones que te dediqué eran una mamada, y las veces que te marqué llorando también, porque no nos quedó de otra, porque estabas lejos y porque la única forma de sentirnos cerquita era hablando por skype, así te quise a deshoras y a destiempo, entre tus tormentas y las mías que eran multiplicadas por 4. Éramos el eterno vaivén entre las chingonerías y las chingaderas que nos sucedían cada día.
Te quise como se quiere a lo que nunca se va a poder tener, con el corazón.
Te quise la única mañana que despertamos "juntos".
La única vez que no he odiado despertar.
Me quise tuya, incluso improbable.