lunes, 8 de junio de 2015

Amores improbables.

Lastiman más los amores improbables que los imposibles; los que pudiendo ser, no fueron; los que se contemplan desde lejos, tan carentes de valor y sobrados de orgullo, sin consumirse y menos aún consumarse. Tan mediocres y efímeros.
Tú probablemente eras de aquellos.
Pero no me importaba, porque te quería.
Enamorarse no tiene mérito alguno, amar sí. Lo primero es la química y el destino; lo segundo es el tiempo, lugar, la decisión y albedrío.
No te amé jamás, pero nuestra improbabilidad me dolía, entonces me importabas.
Y cuánto y cómo duele.
Te supe durante dos estaciones, también para siempre, sin entender que ninguna eternidad promete. Por el contrario, entregarlo todo en un “por ahora” es la mayor muestra de fe. Te di todos mis presentes. Reír contigo y que el mundo nos importe un sano carajo era una manera indirecta de hacerte el amor.
Te quiero con la inestabilidad que me caracteriza, la soledad y melancolía que no logro domesticar, con toda esta ternura y fragilidad que en 16 años a nadie más que a ti supe demostrar, con el enojo en mis entrañas, mis impulsos, con el pelo siempre alborotado y la ropa de hace 3 días: ¿Ahora entiendes por qué me asusta que digas lo perfecta que te parecía? Porque no lo era, porque no lo soy, porque no soy el tipo de mujer porque la que una persona como tú compra un boleto de avión para cruzar el país y porque sé que no me eliges, y yo tampoco lo haría. Sucede que alguien que te quiere no te elige porque ni siquiera existe una segunda opción. O al menos así debió de haber sido.
Y las canciones que te dediqué eran una mamada, y las veces que te marqué llorando también, porque no nos quedó de otra, porque estabas lejos y porque la única forma de sentirnos cerquita era hablando por skype, así te quise a deshoras y a destiempo, entre tus tormentas y las mías que eran multiplicadas por 4. Éramos el eterno vaivén entre las chingonerías y las chingaderas que nos sucedían cada día.
Te quise como se quiere a lo que nunca se va a poder tener, con el corazón.
Te quise la única mañana que despertamos "juntos".
La única vez que no he odiado despertar.
Me quise tuya, incluso improbable.

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